ROSQUILLAS DE ANÍS

Hoy tenemos rosquillas de anís. Son una de esas recetas de toda la vida, además, son económicas, pues con pocos ingredientes, salen un buen número de las mismas. Yo las conozco en casa de siempre. Cuando era pequeña, que era yo muy cocinillas, ya le ayudaba a mi abuela a hacerlas. 

Os diré, para haceos un poco de historia de las rosquillas de anís, que empezaron siendo una pasta típica de  Semana Santa, pero se ve que gustaron tanto, que terminaron siendo para  todo el año. 

Si no tenéis ganas o tiempo de hacerlas, se pueden comprar ya hechas, pero por buenas que sean no saben ni mucho menos igual. La verdad es que como lo casero no hay nada.

INGREDIENTES:

• 6 Huevos
• 1 taza de azúcar (Puedes echar 2 no muy llenas, eso va en gustos)
• 1 taza de leche
• 1 taza de aceite de oliva
• 1 gaseosa de papel por huevo.
• 1 taza de anís dulce
• Ralladura de limón
• Aceite para freír
• Harina 

La taza para medida será de las de café o también  puede ser un vasito de los de vino.

PREPARACIÓN: 

Batir los huevos en un bol, añadir una taza de azúcar y revolver la mezcla. 

Posteriormente, se añade otra tacita de aceite de oliva y se revuelve todo. En el mismo bol, verter una tacita de leche y mezclar todo. 

Añadimos también la ralladura de limón, el anís y las gaseosas. Se revuelven todos los ingredientes hasta que queden bien mezclados. 

Por último, se añade la harina: para ello, añadiremos primero una taza de esta y revolveremos de nuevo la mezcla. Después, iremos añadiendo harina poco a poco hasta que tengamos una masa ni muy dura ni muy blanda. En cuanto vemos que ya no se nos queda en las manos pegada, podemos decir que está lista.  

Una vez obtenida la mezcla, la iremos amasando hasta que quede compacta y homogénea. Iremos haciendo bolas y les haremos un agujero en el medio, estirándolas un poco para darles forma de rosquilla. 

Las podemos hacer simples, de una bola, o juntar dos roscas para que queden como las de la foto. Repetiremos esta operación para hacer tantas unidades como queramos.

Pondremos en el fuego una sartén con abundante aceite. Cuando el aceite esté caliente, pondremos las rosquillas a freír. Cuando estén bien doradas, las pondremos en un plato sobre papel absorbente. A continuación, las untamos bien en azúcar y las vamos colocando en el recipiente en el que las vayamos a guardar.

 

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